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27 septembre 2020 7 27 /09 /septembre /2020 17:30

C'est toujours possible d'aller ailleurs; le plus difficile est de laisser ce que l'on a, sauf si tout rentre dans un sac à dos.

Et c'est comme ça que j'ai pu élire domicile sur Le Puritan et y vivre au yacht Club d'Acapulco après une courte croisière mouvementée dans le Pacifique. J'étais cuisinier et le propriétaire Mr Mariano Prado Sosa n'était jamais là. Avec trois marins des Caraïbe et un supposé capitaine, on était chez nous.

Un jour quand même il est venu avec deux starlettes hollywoodiennes et a voulu faire un tour en mer.

Il s'est mis à la barre, nous a fait hisser la grand voile mais vers à la sortie de la baie un énorme bateau de croisière barrait notre trajectoire.  Il a voulu changer de cap dans la panique.

Nous avons dématté d'un coup, tout s'est effondré sur le pont. Heureusement j'étais dans ma cuisine, j'ai survécu mais Le Puritan était foutu, cassé, misérable.

Et tous les centaines de touristes en croisière ont assisté au désastre; les starlettes aussi

Le fabuleux mariage de Mariano Prado Sosa

Mariano Prado Sosa une histoire hors du commun

Plataforma_glr
17 May 2009 | 8:29 h

‘Marianito’ Prado Sosa fue el símbolo de una clase social y de un estilo de vida en la sociedad limeña de mediados del siglo veinte. Vivió en la opulencia y tuvo absolutamente todo a su alcance. En 1970 el velasquismo acabó con su fortuna. Esta es la historia de los años de esplendor y del ocaso que sobrevino entonces.

Por Ghiovani Hinojosa

Mariano Prado Sosa fue un hombre que vivió sus últimos días a destiempo, un septuagenario dramáticamente desfasado. La Lima que vio al final de su vida no se parecía en nada a la que él gozó en sus farras en Ancón, rodeado de servidumbre y resguardado bajo el inocente pero juguetón apelativo de ‘Marianito’. Ese martes cinco de mayo, cuando un infarto nubló su corazón, también se disipó una etapa dorada en la vida social limeña y en la leyenda de los Prado, una de las familias peruanas que pasaron abruptamente de la opulencia al descalabro.

La dulce vida

“Ninguno tenía más plata que él, nadie tenía más influencia política que él, nadie era más simpático que él”. Con esta triple magia envolvente recuerda a ‘Marianito’ el periodista Enrique Escardó, uno de sus amigos más próximos. Lo primero se desprendía de su condición de hijo de Mariano Prado Heudebert, dueño del exitoso Banco Popular; lo segundo, de su estatus de bisnieto del general Mariano Ignacio Prado, presidente del Perú en la Guerra con Chile, y sobrino de Manuel Prado Ugarteche, mandatario mientras él era un adolescente; y lo tercero habría llegado empaquetado en los genes de sus padres.

‘Marianito’ vivía con su familia en una amplia casa de Miraflores donde actualmente funciona la Presidencia del Consejo de Ministros. Allí había un pequeño cine en el que él, sus hermanos y sus amigos disfrutaban de exclusivas películas llegadas del exterior. También había piscinas, caballos y canchas para jugar polo. Cuando el verano llegaba, los adolescentes se trasladaban despreocupados a Ancón para recorrer sus costas montados en yates y sentir en grupo la brisa solera del mar.

‘Marianito’ no llegaba solo: lo acompañaban sus hermanas Mercedes, ‘Marita’ y ‘Malena’ Prado, tres de las jóvenes más hermosas y asediadas de los cincuenta y sesenta en la capital. Alternaba sus clases en el colegio Santa María con reuniones lúdicas y sociales junto a las familias Miró Quesada, Rizo Patrón y Berckemeyer. Además, sus tempranos viajes a otros países le dieron un aspecto cosmopolita que lo hacía aun más atractivo. De hecho, terminó la secundaria en unas escuelas de Massachusetts y California, en Estados Unidos.

Podría decirse que el origen de sus éxitos estaba en su apellido. “Los Prado eran como Bill Gates. Tenían más dinero que los Brescia y los Romero juntos”, estima Escardó. Y es que no solo se trataba del Banco Popular, que guardaba el 80% de ahorros de la gente más rica del Perú, sino también de un conglomerado empresarial que incluía a la Fábrica Nacional de Tejidos, el Ferrocarril Eléctrico de Lima y Callao, la refinería Conchán, Cementos Lima y un larguísimo etcétera que, incluso, toca a diarios como La Crónica. Era un auténtico imperio económico y político.

De este modo, los Prado formaban parte importante de ese conjunto de familias que vivían apartadas en espacio y tiempo del resto del país. La oligarquía se bastaba a ella misma para divertirse, embriagarse y ser feliz. En esta burbuja, ‘Marianito’ Prado se vio envuelto en un incidente que, como era de esperarse, fue cuidadosamente silenciado por la familia.

El primero de ellos ocurrió el verano de 1956 en Ancón. Según la versión más difundida, Mariano manejaba su yate cerca de la zona de bañistas y golpeó accidentalmente a una joven que finalmente murió. Se trataba de la hija del entonces presidente del Congreso Claudio Fernández Concha. El caso habría sido archivado por la justicia y olvidado por la sociedad entera. Pero su hermana Malena desbarata esta historia: “No hubo impunidad, él estaba haciendo esquí marítimo detrás del yate que conducía un marinero del Yatch Club. Hubo un juicio de casi una década en que se demostró que la lancha se levantó por un accidente y mató a la muchacha, no fue mi hermano”.

El segundo incidente también fue mortal. Lo relata Escardó: “Los Prado tenían en su casa a uno de los mejores jardineros japoneses. Un día, mientras este abría la puerta principal, ingresó un auto que lo incrustó contra la pared del jardín. A ‘Marianito’ lo mandaron un año a pasearse por Europa para que se tranquilizara. En una ocasión, le pregunté sobre esto y me dijo ‘la verdad no me acuerdo’. Claro, si estaba ebrio”. Según la señora Malena se trató de una especulación con fines políticos, pues “Mariano estaba en Chile”. Lo cierto es que ambos episodios lo ubicaron como un joven con carta libre para el desenfreno. “Tenía una impunidad natural, todos les resolvían sus problemas”, añade Escardó. Este cobijo familiar contrastaría luego con la dureza de su nueva vida.

Playboy peruano

“Muñeco”. “Figuretti”. “Campechano”. “Inteligente”. Los calificativos que le llovieron en las páginas de chismes de los diarios de la época lo mostraron como un símbolo de la ‘frivolidad bella’. Son famosas sus fiestas en La Molina, donde tenía una casa de 40 hectáreas con pistas de baile, cine y lagunas destinada exclusivamente a la diversión. Distinguidas reinas de belleza peruanas y extranjeras lo frecuentaban siempre. Hay consenso en que su aspecto de playboy era irresistible. Por eso no sorprendió que pronto se comprometiera con Leonor ‘Nonoy’ Miró Quesada, nieta del reputado periodista Luis Miró Quesada. La boda, realizada en 1964, fue uno de los eventos más fastuosos de la década, no solo por su lujo, sino también por la unión simbólica entre dos de las familias más poderosas e influyentes del Perú. El sociólogo Felipe Portocarrero, autor de El imperio Prado: 1890-1970, cree que esta alianza se debe a “la ilusión acerca de la importancia de mantener incontaminado el apellido de una familia”. Lo concreto es que la pareja, que se conocía desde la adolescencia, fue rodeada ese día de tal cantidad de regalos que, según Escardó, allí nació la costumbre de volver a la tienda para cambiar artículos ya poseídos. Licores, artículos electrodomésticos y atuendos compitieron por la gracia del mayor glamour.

La caída del imperio

Cuando ‘Marianito’ Prado volvió a Lima después de estudiar Administración de Empresas en la Universidad de Stanford, heredó de su padre la dirección del Banco Popular. Tenía 22 años e incursionó en las inversiones inmobiliarias: estuvo a cargo de la prolongación de las avenidas Primavera y Benavides, y desarrolló las urbanizaciones Chama, Residencial Higuereta y el Centro Comercial Monterrico. Todo fue prometedor hasta que se derrumbó el imperio.

El general Juan Velasco Alvarado irrumpió en el poder en 1968 izando la bandera del nacionalismo y responsabilizó a las familias poderosas de la desigualdad social en el país. “Velasco confiscó todas nuestras empresas y tuvo a mi padre (Mariano Prado Heudebert) como conejillo oligarca”, cuenta Malena Prado desde la lujosa salita de su casa, en San Isidro. Esto no solo significó la debacle económica de la familia, sino también su derrumbe social. Así, la casa de diversión que tenía ‘Marianito’ en La Molina pasó primero a manos del hijo político del general Velasco y luego al Ejército peruano. Hoy es el Club Hípico Militar y está valorizado en 200 millones de dólares.

Pero sin duda fue el juicio contra Mariano Prado Heudebert el evento que alarmó a la opinión pública y mundial: ver al otrora dueño del Banco Popular gravemente enfermo asistiendo a los tribunales recostado en una camilla fue para muchos chocante. Malena recuerda que entonces ‘Marianito’ estaba en España haciendo unos negocios inmobiliarios. “Él no volvió al Perú porque mi padre se lo pidió, yo misma viajé a España a decírselo”, revela.

Enrique Escardó, por su lado, recuerda que Mariano Prado Sosa ya había sido prevenido de los intentos de Velasco por traerse abajo a su familia en los meses anteriores. “Un coronel amigo les había dicho que pensaban acabar con el grupo Prado. Entonces, ‘Marianito’ me dijo: ‘me están recomendado que me vaya porque aquí me van a meter al penal de Lurigancho y con una puñalada van a acabar con el sucesor de los Prado”.

Ensañamiento legal

El 26 de junio de 1973, un tribunal en el Perú condenó a ‘Marianito’ a 10 años de prisión y al pago de 10 millones de soles de reparación civil por los delitos de apropiación ilícita y defraudación de fondos en el Banco Popular. La sentencia fue leída en su ausencia. Él no volvió al país hasta mediados de 1981, cuando el presidente Belaunde lo indultó. En el transcurso, dirigió la construcción de diversos hoteles y conjuntos habitacionales en las afueras de Madrid. Allí vivió con su esposa y sus cuatro hijos en una casa con dos mayordomos y una cocinera peruana.

En diciembre de 1986, un nuevo proceso judicial estalló contra él: se le acusó de haber ingresado al país un lujoso auto Mercedes Benz valorizado en 16 mil dólares sin haber pagado impuestos. Lo cierto es que él ya estaba inmerso en un nuevo proyecto: el complejo turístico “Laguna Azul” en Sauce, distrito de la región San Martín. Allí construyó un albergue de 10 cabañas que incrementó el turismo en la zona, según afirma un documento que lo declara hijo ilustre del distrito. Primero las guerrillas del MRTA y luego el mal del Parkinson lo fueron alejando paulatinamente de sus proyectos turísticos en la selva.

‘Marianito’ Prado vivió a destiempo y con contrastes. Su vida, llena de egos y desvaríos, fue el retrato de una sociedad limeña que vive de recuerdos fastuosos y siente la nostalgia de tiempos que ya fueron.

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